Caminos de la imaginación
palabras para Dana

Yo no soy un buen pintor. Ni siquiera un pintor de orden menor. Diría sin eufemismos que no sé dar ni una solitaria pincelada si no es, en tiempo de estío, a las paredes de mi casa para que se empapen de luz. Puedo asegurar, sin sonrojo alguno, que esta carencia es una  de mis frustraciones en mi periplo vital. Escribo. Es decir, soy escribidor de renglones torcidos y de versos que, allá de cuando en cuando, reúno – cual haz de temblorosos tallos de trigo- y ven la luz bajo forma de libro, de artículos de opinión en la prensa cotidiana o en tardes escogidas y selectas como la que hoy estamos viviendo para glosar los pinceles y telas de una amiga, que lo es:

Dana aerenlund.

A mí me hubiera gustado haber sido tan buen pintor como aquel gran violinista al que aspiraba ser, al final de sus días en la capital mexicana, león felipe porque

– escribía el poeta en sus versos -:

…solo los virtuosos del violín

Podrán ver un día el rostro de dios. ..

Me hubiera gustado ser un consumado maestro del pincel como lo es dana aerenlund, para pintar el ave de la paz sobre el azul del cielo, dos manos unidas con fondo de un alba de esperanza, una tarde cromática de otoño en los bosques de montegrande, las aguas marinas besando los muslos de la mujer amada sí puedo decir, no obstante, que el verso y la pintura van de la mano como el álamo que proyecta su sombra sobre las aguas del río. Es más, diría que un cuadro pictórico es un poema llevado al lienzo.

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- © Celso Peyroux
Monte naranco (oviedo- españa), otoño de 2001