En tiempos que la memoria parece estar reducida a un chip de silicón o al lenguaje cibernético de la palabra digital, cuya precisión la estipula el pobre sistema binario, la obra de dana aerenlund nos propone revisar la memoria y el olvido no con unos y ceros sino en el barro, material forjado en el fuego de la paciencia y el tiempo. Cuando han caído en el olvido y se han sepultado los palacios, templos y obeliscos, encontramos la esencia de un pueblo en los vestigios de su cerámica, fragmentos de su alma y su cotidianeidad.
Habitum, dando y dando, los resultados del trabajo de dana aerenlund evocan una suerte de avatar en el que nos vemos reflejados como en su espejo opaco, reflexivo, atemporal, implacable con nuestros recuerdos y nuestras añoranzas, avatar como encarnación, que tanto se le ofrece a un jugador de videojuegos como una deidad hindú: la posibilidad de encarnar en otro, de vivir otra existencia, como juego o como metafísica, y a ratos más real que la vida misma.
La encarnación en barro, hábitos y máscaras sin cara, soplos de vida de dios o de los dioses que recuerdan liturgias y ceremonias fundamentales pero veladas por nemosine, madre de las musas y diosa de la memoria y el olvido. En el barro encontramos y reconstruimos vestigios primarios del amanecer y del ocaso como estratos geológicos de nuestra identidad primordial.
Identidad sin personalidad, máscara sin cara… que se forja en la tregua de signos que imposibilitan una lectura unívoca. Como las cicatrices en el caparazón de una tortuga taoísta, la piel de las esculturas de dana nos habla de sabidurías y presagios del pasado y nos revela un ayer que parece ser mejor opción que el futuro y que es el mejor mañana.
La construcción de memoria como si no hubiera más tiempo, las obras reflejan la fragilidad de los recuerdos, el ocaso de la memoria ante el bombardeo de los mensajes inútiles, y parecen surgir y desaparecer de la fragilidad del barro, del fuego o de la grieta con más firmeza que el granito y con más elegancia que el mármol. Esculturas que son bálsamo para las premuras y los relámpagos, herramientas para que el futuro vuelva a aparecer mañana.
- Benjamín Juárez Echenique